Anteayer terminé
el libro “Una Temporada”, un poemario hermoso que me provocó más de una sonrisa
durante el tiempo que paseé mi mirada por sus páginas.
Al comienzo
es una recopilación de poemas preciosos y muy sentidos que escribe un hombre
enamorado, recopilación realizada por la destinataria, musa de aquellos versos.
En pocas palabras, Una Temporada narra a través de poemas el comienzo y
desarrollo de una familia que empezó con un amor que creí eterno. Cuenta su
matrimonio, el nacimiento de sus 3 hijas, sus múltiples mudanzas, en fin, la
vida de esta pareja durante muchos años. En él, se encuentran poemas de Yemila
(la autora) a su esposo, de él a ella (los que más abundan), de sus hijas a la
autora y a su padre en ocasiones especiales, como cumpleaños, navidades, día
del padre, de la madre o simplemente escritos por amor.
El final de
este poemario fue algo inesperado. Me desvaneció la sonrisa e hizo que
un par de lágrimas (no sé si tenga que ver el hecho de que me encuentre en los
días de visita de la roja) se deslizaran calientes por mi sorprendido rostro.
Me sentí
identificada en cada una de las líneas que conforman ese último poema, el cual
lleva por nombre el mismo título del libro.
Es el
siguiente:
Cuando llegan personas a tu vida, por
una temporada, se debe a que te ha llegado el turno de compartir, crecer o
aprender. Puede que te traigan una experiencia de paz o que te hagan reír.
Puede que te enseñen algo que tú nunca habías hecho. Por lo general, te dan una
increíble cantidad de alegría. ¡Créelo! ¡Es cierto! Pero solo por una
temporada.
De la misma forma que las hojas deben caer de los árboles, o que la luna se llena y después desaparece, tus relaciones de temporada terminarán en el momento divinamente previsto.
Cuando llega esa hora, no hay nada que puedas decir o hacer. No puedes arreglarlo. No puedes explicarlo. Mientras más fuertemente te agarres a eso, peor será. Cuando llegue el final de la temporada a una relación llena de amor, lo único que puedes hacer es dejarla ir.
De la misma forma que las hojas deben caer de los árboles, o que la luna se llena y después desaparece, tus relaciones de temporada terminarán en el momento divinamente previsto.
Cuando llega esa hora, no hay nada que puedas decir o hacer. No puedes arreglarlo. No puedes explicarlo. Mientras más fuertemente te agarres a eso, peor será. Cuando llegue el final de la temporada a una relación llena de amor, lo único que puedes hacer es dejarla ir.
Yyanla Vanzant.
Al finalizar
el libro y analizar la razón por la cual sentí mi corazón encogerse mientras
leía, me di cuenta de que era como mi vida misma durante esa época.
Al empezar a
leerlo mis ojos brillaban y sonreía constantemente debido a que entendía
totalmente el sentimiento y quise dedicar muchos de esos versos (gracias a Dios
no lo hice). Hubo de hecho, un poema en específico que sobresalió entre los demás y
pensaba leérselo a alguien el día que nos viéramos. No nos vimos más.
Yo dejé el
libro en la página 82 al estar muy atareada con asuntos de la universidad, el
trabajo, salidas con amigos, entre otras cosas, pero anteayer, en el
asiento trasero de mi carro, entre cajas con tacones, papeles y otros libros
encontré el poemario que acompañó mi felicidad durante un par de semanas hace
más de un mes atrás.
No me
esperaba para nada lo que me encontré en las dos últimas páginas y lo que me
hizo meterme tan profundamente en la historia… es que lo sentí tan necesario… Y así como me acompañó durante mi felicidad,
me acompañaba ahora, cuando ambos pasábamos por un trago amargo… Era algo que
debía leer ya que mi temporada también había culminado y así como el libro, no
obtuve ninguna explicación ni supe de razones. Sólo terminó.
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