Me di cuenta de que crecí de una manera muy brusca. Me di cuenta de que crecí y aunque no fue de repente, ya era grande cuando me fijé.
Me di cuenta de que crecí cuando alguien me dijo "...tú como mujer...", y comprendí que hacía tiempo que había dejado de ser adolescente, y aunque eso lo sabía, no había adoptado conscientemente la adultez en mi vida; es decir, no es que me comporte como niña, sólo que no me había dado cuenta de que mis acciones ya son las de un adulto.
Entendí que la inocencia con la que me conducía anteriormente ya se había esfumado, me di cuenta de que me atrevía demasiado y aun así era muy cuidadosa con las personas. Me perdí un poco el respeto. Llegué a la conclusión de que la gente no ama. Me arriesgué a cosas nuevas y asumí la responsabilidad (como siempre) con cada paso nuevo que daba con libertad.
La libertad trae consigo un mapa, difícil de descifrar, y al ir andando, viviendo, las cosas ya no fueron tan sencillas como antes: descubrí nuevos sentimientos, pasé otros sustos, encontré dentro de mí nuevas habilidades e intereses, escuché palabras de otro tipo, probé nuevos sabores, vinieron a mis manos nuevas letras que escribir y nuevas caras para ver. Mi mente se amplió, sufrí nuevos dolores, aprendí de mi misma.
Cuando hice ese recorrido mentalmente descubrí por qué ya me llamaban "mujer", mis experiencias no eran las de una niña y con la edad que tengo es obvio que ya pasé a otra etapa, de la cual no había caído en cuenta debido a que siempre fui una "viejita prematura", toda intelectual y con muchísimas responsabilidades, pero mi pensamiento cambió y analizándome pude ver que mis actitudes no eran de niña y que lo que yo esperaba de los demás tampoco lo era.